El inicio del año 2020 ha traído una de las noticias más impactantes en materia de conciliación familiar de los últimos tiempos. Y no ha dejado indiferente a casi nadie, teniendo por igual defensores y detractores.
La empresa Software Delsol, con sede en el Parque Científico y Tecnológico de Mengíbar (Jaén), ha sido la primera empresa en España en implantar la jornada laboral de cuatro días a la semana. Las jornadas siguen siendo de ocho horas diarias, pero una parte de la plantilla trabajará de lunes a jueves y descansará viernes, sábado y domingo. Sin duda una decisión muy arriesgada, que busca el incremento de la productividad de sus empleados a través de una medida que persigue mejorar la conciliación de la vida familiar y laboral de éstos. El tiempo juzgará.
Cada vez son más las personas que buscan un equilibro (work life balance) entre el tiempo que dedican al trabajo y a su vida privada y hoy hay muchas empresas que ya aplican políticas de conciliación. El objetivo no es únicamente que el empleado siga siendo productivo, sino también más feliz y equilibrado.
En este contexto, resulta lógico que el empleador se formule la siguiente pregunta: ¿cuánta libertad puedo dar a mis empleados y cuánta disciplina debo exigir? Es evidente que las empresas demasiado flexibles y abiertas a los cambios, corren el peligro de que los empleados exploten demasiado la generosidad de su empleador y las libertades conduzcan a la indisciplina y la negligencia. Lo que se conoce vulgarmente como "dar la mano y tomarse el brazo entero".
Por ello, debe tenerse claro que el empleado es el máximo responsable de la existencia de un buen equilibrio pues, después de todo, se habla de un balance y no de restarle importancia al trabajo en favor de la vida personal.
Hagamos un inciso para recordar que el artículo 34.8 del Estatuto de los Trabajadores señala al respecto que “El trabajador tendrá derecho a adaptar la duración y distribución de la jornada de trabajo para hacer efectivo su derecho a la conciliación de la vida personal, familiar y laboral en los términos que se establezcan en la negociación colectiva o en el acuerdo a que llegue con el empresario respetando, en su caso, lo previsto en aquella”.
Por otro lado, también existen detractores de la adopción de medidas de conciliación familiar en España que esgrimen argumentos de peso. En primer lugar, se cuestiona que vaya a incrementar la productividad, porque muchos sectores tienen a las inversiones como factor clave. Si se reducen las jornadas laborales, aumentan los costes y disminuye la producción, por lo que es posible que muchas empresas tengan menores incentivos a invertir. Además, si la medida encarece los costes económicos de contratar trabajadores, puede disminuir el interés de las empresas en contratarlos y eso podría elevar el desempleo.
Por ejemplo, en 1998, Francia inició una experiencia de reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales. En principio, la medida se centró en las grandes empresas para, más tarde, extenderse también en las pequeñas. Con el objetivo de ayudar a financiarla se estableció un sistema de ayudas públicas e incentivos en las cotizaciones.
Con el tiempo se han ido estableciendo cada vez más excepciones a la norma, que tienden a limitar la difusión de la jornada de 35 horas. Por ejemplo, se redujeron los recargos por horas extraordinarias.
En definitiva, las distintas medidas que tenemos a nuestra disposición en materia de conciliación familiar generan tanto costes como beneficios, y pueden ser muy diferentes de unos sectores a otros. Y sus efectos dependen también de la forma en la que se implanten, pero el avance en este campo resulta a todas luces imparable.
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